Y pienso que sin esperanza no hay qué esperar, pero aún así no me abandona, y en la incertidumbre le hablo solo al silencio.
Cierro los ojos y sueño que sueño. Espero un despertar nuevo, transparente.
Abro los ojos y siento sombras entre mis sombras. Ya no distingo, en medio de esta espera, qué forma parte de mí y qué me es ajeno.
Ni siquiera puedo llorar.
Y me vuelvo a decir que sin esperanza no hay qué esperar, pero aún sigue estando presente, y en la incertidumbre soy un punto que busca su lugar.
Todo, mientras espero. Aunque no quiera. Y el sol asoma del otro lado del vidrio y yo sigo esperando, rendido enteramente a tus pies.