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domingo, 20 de enero de 2008

Después de esperar

Espero que el sueño traiga el siliencio, y el silencio el alivio. Porque es intensamente firme esta esperanza del día; que carcome lentamente, que roe sin pausa la sombra de la tranquilidad, que no me deja.

Y pienso que sin esperanza no hay qué esperar, pero aún así no me abandona, y en la incertidumbre le hablo solo al silencio.

Cierro los ojos y sueño que sueño. Espero un despertar nuevo, transparente.

Abro los ojos y siento sombras entre mis sombras. Ya no distingo, en medio de esta espera, qué forma parte de mí y qué me es ajeno.

Ni siquiera puedo llorar.

Y me vuelvo a decir que sin esperanza no hay qué esperar, pero aún sigue estando presente, y en la incertidumbre soy un punto que busca su lugar.

Todo, mientras espero. Aunque no quiera. Y el sol asoma del otro lado del vidrio y yo sigo esperando, rendido enteramente a tus pies.