rss
email
twitter
facebook

miércoles, 25 de abril de 2007

No vale no jugar

Hay tres charlas que se evitan en los cumpleaños, bautismos o reuniones familiares varias. A saber: religión, política y fútbol. Con la pelota en la boca terminamos siempre, un poco culpa de que muchas fiestas se celebran en días -e incluso horarios- en donde partidos sumamente trascendes se desarrollan. Imposible no tocar ese tema. Pero no quiero hablar de fútbol. Y como no estamos en ninguna reunión familiar me permito hablar un poco de política. Y quiero hablar con vos. Y te quiero preguntar lo siguiente.

¿Por qué te interesa tan poco esto que te pasa? ¿Acaso pensás que da lo mismo crecer que quedarse donde estamos? O peor aún, ¿retroceder?

A vos te estoy hablando, que hoy, junto con varios millones, sos mayoría. A vos que no es que no puedas adecuarte a un sólo lugar, sino que qués salirte del mapa por completo. A vos que ni siquiera estás conforme con lo que tenés.

Es que poco nos queda si la mayoría cree estar afuera. Porque si todos supiésemos ver agudamente llegaríamos a la conclusión que no se puede estar del otro lado, porque no hay nada que no sea este momento que nos toca.

Acá estamos todos, poco número si se piensa en un país tan grande. Pero que el total no nos engañe, que las tendencias ya son bastante claras aún con estas cifras. Me gustaría pensar que la gente con ideales de algún tipo tuvo ese día cosas más importantes que hacer que un click en una página de un diario de su país, pero igualmente no logro convencerme.

Si a uno le presentasen todas las opciones posibles y aún así no eligiese ninguna, ¿a qué estaríamos jugando? ¿A estar en desacuerdo simplemente? ¿Tenemos la posibilidad de elegir no estar?

Me pregunté después de ver el resultado de la encuesta, cuál es el significado de no “considerarse de ninguna manera”. Me respondí que si “no te considerás” o no sos parte de ninguna de las corrientes políticas simplemente no tenés identidad política. No estás en desacuerdo con las estructuras partidarias actuales o en contra de todo mecanismo democrático, dictatorial o anárquico. Simplemente no estás.

Y la ausencia me parece el peor de los males políticos y particularmente de este momento. Porque estar allá arriba implica -o debería implicar- hacer lo posible para que los que estamos acá abajo, junto con los de arribla claro, pasemos esto que nos tocó vivir juntos de la mejor manera posible. Y por eso los elegimos, para que después de todo nos representen. Lleven a la práctica nuestros intereses y manifiesten en su boca las opiniones de los que creímos en ellos. Así debería ser.

Pero no se puede con una realidad en la que la gente no está. Donde sólo nos queda ver cómo, ajenos a todo, un grupo de personas caminan entre destinos cruzados tomando o dejando a conveniencia lo que tristemente piensan propio. Y aún así no nos importa. No querés tomar nuestro (porque no es sólo tuyo) destino en las manos y moldearlo. Parece que no te importa.

No pensar no es una opción, y menos una salida o una respuesta justa. No pensar nos conduce inevitablemente al fracaso. Y eso es lo que la mayoría parece ser que tiene ganas de hacer.

Puede ser más fácil, en eso estamos de acuerdo. Ahora, si te gusta vivir cómodo, recostado mirando la tele y pensando que el futuro de este país lo manejan personas con las cuales no tenés nada que ver y que nunca vas a poder hacer nada al respecto -permitime que te lo diga- estás muy equivocado. Y lo que más me asusta es que tu decisión, esa misma que para vos no tiene ninguna importancia, nos está jodiendo a todos y ni siquiera te interesa.

¿No sos de derecha? ¿No sos de centro derecha? ¿No sos de centro? ¿No sos de centro izquierda? ¿No sos de izquierda? Me gustaría que me dijeses en dónde estás parado, porque lo que es bajo mi punto de vista te querés salir del juego. Lamentablemente es un juego al que no se puede elegir no jugar. Te guste o no.

Una pena que tengas que pensar, pero no tenés mucho más remedio si querés que se mejore un poco la cosa. Porque si seguís “sin considerarte” vos mismo dudo que encuentres a alguien que sí te considere.

jueves, 12 de abril de 2007

Uno en uno y todo en uno en mí

Hay una nueva verdad, y es que el mundo ya no es uno solo. No me estoy volviendo místico y cayendo en lugares espirituales comunes y diferenciando el mundo abstracto del material o el de los vivos del de los muertos. Hablo de este mundo –o estos- llenos de tipos que viven día a día –como si existiese otra forma- su vida y trabajan o no, caminan o no, leen o no, escriben o no, comen o no.

No podría precisar cuándo fue que comenzó la grieta. A veces pienso que no empezó un día en particular, sino que siempre estuvo. Chiquitita, paciente, esperando el momento justo para largarse a correr y terminar de dividir el mundo no en uno sino en decenas de trozos totalmente diversos.

Y nosotros quedamos dispersos por ahí, al azar. No pudimos elegir en qué parte quedar parados. Nadie vino y nos preguntó: “disculpe, ¿a Ud. le gustaría quedarse en donde está o cambiar de lugar en estas nuevas subdivisiones catastrales del planeta?”.

Pienso en esta opción y se me ocurre la bonita idea de haber hecho una votación por teléfono. “Si quiere quedarse donde está presione 1, si quiere mudarse y ya eligió su destino presione 2, si quiere mudarse pero todavía no sabe a dónde presione 3. Sino aguarde y será atendido por uno de nuestros operadores”. Todo esto con una versión paupérrima de Para Elisa a dos voces. Ahora entiendo, si nadie nos consulta sobre temas tan fundamentales, para qué llamarnos y preguntarnos acerca de nuestros gustos televisivos.

Así que cada uno quedó justo donde estaba. Y más o menos nos fuimos agrupando. Los que tuvieron la suerte de ver un poquito más hacia los costados buscaron manos amigas y se unieron fuertemente. Los que no, andan en el mejor de los casos a tientas buscando un grupo que los identifique, y sino ya se reunieron con gente con la cual no comparten nada en absoluto, pero mejor mal acompañado que solo.

Todo esto viene a que no puedo creer que viva en el mismo mundo, e increíblemente en lugares tan cercanos gente como esta. Sencillamente no lo puedo creer. Entonces empiezo a pensar en que no pueden estar hablando de lo mismo, exactamente de los mismos sucesos sin haber vivido en otro mundo.

No pretendo jugar el papel de demagogo insoportable, que se llena la boca de palabras y frases hechas y derrocha discursos inútiles a gente que sólo quiere escuchar y casi nunca hacer. Pretendo dar a conocer mi conclusión, la que comenté más arriba. Y es que el mundo ya no es uno solo.

Hay muchísima gente consciente de este nuevo problema que tenemos y mucho más consciente de su buena posición. Justamente hoy estaba escuchando en la radio que un productor cerealero argentino se había dado cuenta de que en una hectárea tenía ochenta mil choclos. No es poca cosa si se piensa como él pensó. Con esa cantidad de cereales les dio de comer a treinta y tres mil personas, número para nada menor. Y este mismo tipo también sabía que una hectárea menos en su cosecha no representaba gran pérdida a la hora de contar los tantos.


Y hay otras personas que no. Y son las más. Son las que no pueden ver otra cosa. Las que cada día se regodean pensando que todas las realidades son las suyas y que no existe otra. “La realidad es una sola”. ¡Qué frase más tonta, por favor! Hay una realidad en cada mundo, eso sí.

Yo lo vivo de varias maneras.

Hay días que pienso que sería mejor estar en otro de los mundos que existen. Algunos días más lejos y otros más cerca. Y siento que las líneas no se pueden cruzar, que estamos presos de estos lugares y tenemos que hacer con nosotros lo mejor que podamos. Y me da bronca al principio, me resigno después y vuelvo a la carga tarde o temprano.

O sino estoy optimista y vislumbro la posibilidad de borrar las líneas. No creo que nadie tenga la capacidad real de romper esas barreras, así que vuelvo a la idea de mudarme y simplificar las cosas (el romanticismo tiene un tiempo bastante corto cuando lo intelectualizamos).

Y así camino, así leo, así vivo y pienso. De este mundo mío y de esos que veo un poquito. Esa esquina que me dice algo; ese cartelito que se asoma como pidiendo permiso y me hace pensar que hay mundos más justos, donde no tenemos que seguir pidiendo perdón por cosas que no hicimos. U otros más terribles, en donde de refilón se puede ver una sonrisa falsa anunciando soluciones a problemas inexistentes, sembrando esperanzas sin sentido en gente que ya no tiene ganas de creer.

Son muchos estos mundos, y somos muchos nosotros. Y las realidades son más, cada día diferentes.

No podemos mudarnos de mundo, aunque lo intentemos. Será mejor que tomemos conciencia de esto y ayudemos a hacer que el nuestro –este chiquito que nos toca- funcione un poquito mejor.

domingo, 1 de abril de 2007

El adiós

Los oscuros días que sus sueños le trajeron, le inundaron los ojos de lágrimas. Sin poder ver siquiera su propio destino reconoció la presencia de sus hijos, y pasó sus manos arrugadas por los escasos cabellos grises mientras el tiempo le recordaba con fuertes dolores que no quedaba mucho por recorrer. Esto era todo. Le costó contener el grito de desesperación al descubrir que para él la luz y la sombra eran ya una misma nube, sin brillo y sin recuerdos. En el fondo no esperaba mucho más.

Las voces cercanas lo tranquilizaron; sintió menos dolor cuando la compasión del amor incondicional acarició su frente. Nunca se había sentido tan vulnerable. El silencio le hablaba al oído, le recordaba su debilidad, su desamor eterno, su olvido. En su historia no encontró bienestar ni paz, y no pudo evitar sonreir al sentir no sólo una sino dos manos tan cerca.

Ya no necesitaba la vista, ya no la quería. Sólo lo acercaría más a su fracaso, a su soledad inevitable y a un final que seguramente no iba a tener luces de colores. Cerró los ojos y no hubo cambio, la respiración se regularizó y esperó. No era lo único que podía hacer -esperar-, pero iba a necesitar un gran esfuerzo para decir algo. Había en su garganta palabras tan postergadas como necesarias.

Inspiró fuerte y pidió que lo ayudasen a sentarse. Recorrió el espacio con las manos abiertas hasta que encontró las de sus hijos. Las palabras trémulas casi ni se escucharon, pero en el silencio de la habitación flotaron unos instantes, como mágicas. Un simple pedido de clemencia y compasión.

Así se fue, dejando poco para la mayoría; o mucho para los que se atrevan a ver un poco más allá.

Algo aprendimos del paso de los años y del desapego absoluto. Espero ávidamente que algo hayamos aprendido, porque no quisiera un día tener que buscar manos en el vacío con la desesperación de aquel que ya no puede encontrarse a sí mismo.