rss
email
twitter
facebook

jueves, 12 de abril de 2007

Uno en uno y todo en uno en mí

Hay una nueva verdad, y es que el mundo ya no es uno solo. No me estoy volviendo místico y cayendo en lugares espirituales comunes y diferenciando el mundo abstracto del material o el de los vivos del de los muertos. Hablo de este mundo –o estos- llenos de tipos que viven día a día –como si existiese otra forma- su vida y trabajan o no, caminan o no, leen o no, escriben o no, comen o no.

No podría precisar cuándo fue que comenzó la grieta. A veces pienso que no empezó un día en particular, sino que siempre estuvo. Chiquitita, paciente, esperando el momento justo para largarse a correr y terminar de dividir el mundo no en uno sino en decenas de trozos totalmente diversos.

Y nosotros quedamos dispersos por ahí, al azar. No pudimos elegir en qué parte quedar parados. Nadie vino y nos preguntó: “disculpe, ¿a Ud. le gustaría quedarse en donde está o cambiar de lugar en estas nuevas subdivisiones catastrales del planeta?”.

Pienso en esta opción y se me ocurre la bonita idea de haber hecho una votación por teléfono. “Si quiere quedarse donde está presione 1, si quiere mudarse y ya eligió su destino presione 2, si quiere mudarse pero todavía no sabe a dónde presione 3. Sino aguarde y será atendido por uno de nuestros operadores”. Todo esto con una versión paupérrima de Para Elisa a dos voces. Ahora entiendo, si nadie nos consulta sobre temas tan fundamentales, para qué llamarnos y preguntarnos acerca de nuestros gustos televisivos.

Así que cada uno quedó justo donde estaba. Y más o menos nos fuimos agrupando. Los que tuvieron la suerte de ver un poquito más hacia los costados buscaron manos amigas y se unieron fuertemente. Los que no, andan en el mejor de los casos a tientas buscando un grupo que los identifique, y sino ya se reunieron con gente con la cual no comparten nada en absoluto, pero mejor mal acompañado que solo.

Todo esto viene a que no puedo creer que viva en el mismo mundo, e increíblemente en lugares tan cercanos gente como esta. Sencillamente no lo puedo creer. Entonces empiezo a pensar en que no pueden estar hablando de lo mismo, exactamente de los mismos sucesos sin haber vivido en otro mundo.

No pretendo jugar el papel de demagogo insoportable, que se llena la boca de palabras y frases hechas y derrocha discursos inútiles a gente que sólo quiere escuchar y casi nunca hacer. Pretendo dar a conocer mi conclusión, la que comenté más arriba. Y es que el mundo ya no es uno solo.

Hay muchísima gente consciente de este nuevo problema que tenemos y mucho más consciente de su buena posición. Justamente hoy estaba escuchando en la radio que un productor cerealero argentino se había dado cuenta de que en una hectárea tenía ochenta mil choclos. No es poca cosa si se piensa como él pensó. Con esa cantidad de cereales les dio de comer a treinta y tres mil personas, número para nada menor. Y este mismo tipo también sabía que una hectárea menos en su cosecha no representaba gran pérdida a la hora de contar los tantos.


Y hay otras personas que no. Y son las más. Son las que no pueden ver otra cosa. Las que cada día se regodean pensando que todas las realidades son las suyas y que no existe otra. “La realidad es una sola”. ¡Qué frase más tonta, por favor! Hay una realidad en cada mundo, eso sí.

Yo lo vivo de varias maneras.

Hay días que pienso que sería mejor estar en otro de los mundos que existen. Algunos días más lejos y otros más cerca. Y siento que las líneas no se pueden cruzar, que estamos presos de estos lugares y tenemos que hacer con nosotros lo mejor que podamos. Y me da bronca al principio, me resigno después y vuelvo a la carga tarde o temprano.

O sino estoy optimista y vislumbro la posibilidad de borrar las líneas. No creo que nadie tenga la capacidad real de romper esas barreras, así que vuelvo a la idea de mudarme y simplificar las cosas (el romanticismo tiene un tiempo bastante corto cuando lo intelectualizamos).

Y así camino, así leo, así vivo y pienso. De este mundo mío y de esos que veo un poquito. Esa esquina que me dice algo; ese cartelito que se asoma como pidiendo permiso y me hace pensar que hay mundos más justos, donde no tenemos que seguir pidiendo perdón por cosas que no hicimos. U otros más terribles, en donde de refilón se puede ver una sonrisa falsa anunciando soluciones a problemas inexistentes, sembrando esperanzas sin sentido en gente que ya no tiene ganas de creer.

Son muchos estos mundos, y somos muchos nosotros. Y las realidades son más, cada día diferentes.

No podemos mudarnos de mundo, aunque lo intentemos. Será mejor que tomemos conciencia de esto y ayudemos a hacer que el nuestro –este chiquito que nos toca- funcione un poquito mejor.

0 comentarios: