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miércoles, 31 de mayo de 2006

Los siete colores

Me contaron que alguien tuvo una idea: un color para cada momento. Y que cada momento estaría bien definido por ese color.

Me contaron que la idea era sencilla pero creativa: tantos colores como estados de ánimo. Hay alegres, como el amarillo o el verde; hay colores tristes, como el negro o el bordó; y hay colores que son más incómodos, como el rojo.

Me contaron que se le ocurrió a un chino –estos orientales están siempre un paso adelante-, y que cuando lo dijo en Europa no le dieron mucha bolilla. Será que no están tan adelantados como dicen en el viejo continente. Eso de ser los tipos sofisticados parece que no se lleva tan bien con los avances realmente importantes. En fin, que el chino al no encontrar a nadie que le interese su idea se largó por su cuenta y se fue a una isla. Sin pedir mucho permiso abrió su valija y empezó a sacar los colores y a catalogarlos. Ordenado como pocos, le puso color a todos los momentos que encontró, y la verdad es que a los que lo veían la idea les pareció bastante buena. Nada de confundir los recuerdos, ni tratar de pensar cómo estuvo esa reunión. Basta de burocracia sentimental. Lo que es amarillo seguramente estuvo bien, y mejor dejar los colores oscuros para otro momento.

Me contaron que alguien en Europa se enteró y buscó al chino para hacerlo volver, pero no lo encontró.

Quizás todo eso sea un cuento sin importancia, una de esas cosas que se dicen por ahí, pero me contaron que una amiga se encontró con el chino el otro día en una isla de no me acuerdo dónde, rodeado de un mar de siete colores.

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