Este mes Cecilia está en tres países además de Suiza (Argentina, España y Serbia), y la comida -o mejor dicho el hecho de cocinar- se transformó en un punto importante de mi estadía en solitario. Y no es que me guste cocinar, sino todo lo contario. Me gusta tanto que me da muchísima fiaca hacer un gran despliegue para comer sólo.
Hay que aclarar que vengo de estar tres semanas seguido sólo, y ahora una semana más, y dentro de poco unos doce días. No estoy hablando de poco tiempo. Hay días en que me levanto y digo: "hoy me cocino rico", pero casi siempre desisto. Entonces pienso que valdría la pena cocinar normal y meter lo que no coma al freezer, pero los que me conocen saben bien que no suelo dejar comida. Menos cuando me sale rica. Por mi bien descarto esta opción.
Pero hoy me convencí que me tenía que cocinar rico, y me obligué. Así que empecé a ver qué podía cocinarme. La opción fue: empanadas de pollo. Me faltaba el ají, pero el negocio que tengo justo en la puerta de casa me resolvió el problema. Compré unas cebollas y subí a cocinar. Palabras más, palabras menos, metí el pollo para que se cocine, lo trocé, salté la cebolla con el ají, etc etc.
Me faltaba algo y era el vino, volví al negocio y compré un Trapiche (malbec).
Para los que no viven en Argentina comer empanadas tomando vino argentino es casi único. Un asado sería la gloria, pero esto es algo bastante parecido. Debo decir que el Trapiche fue un lujo, pero estaba bastante barato, y es muy rico.
No sé qué voy a comer mañana, pero esto de cocinar algo que realmente quería no está nada mal. De hecho lo hice porque me vino a la memoria que la semana pasada comí milanesas con fritas a caballo. Y la sonrisa me volvió a la boca y me decidí.
Para el que lea esto y no conozca mi situación en este continente con la comida de Argentina le explico un poco. Cada vez que voy, vamos o va, traemos muchas tapas de empanada, alfajores, dulce de leche y sobre todo carne. Así como suena, carne. El récord fue un viaje en el que la valija venía cargada con alrededor de veinte kilos. Mezcla de peceto, lomo, milanesas, bifes, carne picada, cuadril y algunas entrañas. Todos manjares que se disfrutan a la distancia en creces.
Si sos un laburante de la aduana suiza que está leyendo el post de este argentino (las casualidades existen) quiero que sepas que te venimos cagando desde hace cinco años. Lo lamento por vos, a veces no se puede hacer mucho. Te invitaría a comer un pedacito de lomo al horno para que veas por qué lo hacemos.
Quería compartir mi comida con el que lo quiera leer, nada del otro mundo. Excepto para los que entiendan lo que es no poder comer empanadas, un bife, milanesas o algún alfajor todas las veces que uno quiera, cuando quiera.
Ahora sí, estoy sintiendo ese olorcito tan particular. Voy a gritar: "a comeeeer", como para sentirme más acompañado.
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