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miércoles, 6 de junio de 2007

Y el pueblo volvió a hablar

Y el pueblo volvió a hablar. No es novedad. El pasado 3 de Junio el pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires eligió (no creo que alguien piense que esto se pueda revertir en segunda vuelta) a su próximo Gobernador. Sí, técnicamente es el Jefe de Gobierno.

Una ventaja que parece insalvable separa a Mauricio Macri de Daniel Filmus. Una brecha que muestra cuán astuta puede ser la derecha a la hora de subir a los lugares de poder, sin siquiera tener un discurso realista o humanitario. Alcanzó con repetir la frase “se puede, soy optimista” muchas veces para convencer a la mayoría del electorado de que, efectivamente, se podía. Ahora, alguien se preguntó ¿qué se puede? Y sobre todo, ¿cómo se puede?

Revisé en los diarios, en busca de las letras chiquitas. Y encontré algunas cosas más que interesantes.

Dice S. Russo a través de Pagina12
En campaña, Macri declaró en varios reportajes que estaba leyendo […]La virtud del egoísmo (Ayn Rand)”
Y luego transcribe un interesante párrafo del mismo
Los hombres deben tratar unos con otros como comerciantes, dando valor por valor, por medio de un libre y mutuo consentimiento y mutuo beneficio. El único sistema social que erradica de las relaciones humanas la fuerza física es el capitalismo de laissez faire (...). El objetivismo rechaza también la idea de la actual economía mixta, es decir la noción de que el gobierno debería regular la economía y redistribuir la riqueza”

Y hoy, el futuro Jefe de Gobierno está contento. Y por un lado está bien. El sistema democrático lo eligió, y es sumamente legítimo, no hay que confundir tampoco el resultado de una elección popular con las dictaduras apoyadas por su padre, claro que no. Pero debería estar preocupado también, como manifiesta en sus discursos. Ahora viene la etapa en que vamos a estar evaluando qué pasa cuando las promesas hay que cumplirlas.

Es también anecdótico el slogan de “basta de promesas, nosotros tenemos propuestas”. ¿Acaso esas propuestas no son promesas? ¿O decir cosas como vamos a ocuparnos de X problema como tema principal no es una promesa más? Y habría que preguntarse, y preguntarnos, qué es lo que nos gusta oír. Qué cosas recibimos con los oídos embelezados cuando alguien trata de diferenciarse de una clase política autodegradada durante décadas y encuentra el camino hasta la cima de la mano de esas derrotas ajenas. El silencio bien utilizado, las ideas escuetas con grandes fines es algo que funcionó a la perfección en esta campaña para Macri.

Se me hace que mucha gente lo ve como un auténtico SuperVecino. Alguien que no pertenece a esa clase que nos hunde día a día con discursos aburridos, llenos de palabras extrañas que no llevan a nada. Alguien nuevo, que no es político, sino empresario; y por esto va a administrar la Ciudad eficientemente. No va a entrar en el juego de la política, no va a seguir el camino del resto, sino que va a ser un nuevo aire de cambio en un momento difícil (como siempre) del país.

Y la ciudadanía lo puso ahí arriba. Le delegó el poder de gobernar, y creo que no por confiar absolutamente en sus propuestas, sino porque de cierta forma transmite esa calma que uno siente cuando es pequeño y el padre lo arropa en la cama y le dice “tranquilo, va a estar todo bien, no te preocupes, me encargo yo de todo”. Y uno cierra los ojos y se olvida de todo. Lo mejor es no pensar ni tomarse el trabajo de resolver los problemas. Sucede que ya no somos niños y, particularmente, me gustaría saber y formar parte de la resolución de los problemas. Nadie quiere decidir ni gobernar últimamente. Más bien ser gobernado.

Me gustaría pensar que lo que estamos manifestando como sociedad es un síntoma. Y debemos ser capaces de saber interpretarlo. De la misma forma que el cuerpo nos avisa cuando algo no está funcionando bien y decidimos hacernos un chequeo con el fin de saber qué es lo que no está en su sitio.

Me gustaría pensar esto, pero no sé si es del todo cierto.

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