El caos asoma por doquier. El ruido inmenso de la calle; gente que grita en la puerta de un banco, chicos saliendo de la escuela un viernes, un manojo de juventud medio borracha a los bocinazos por la avenida. Animales sueltos que se pelean en la vereda de enfrente, los cristales rotos de un auto que ya no es de su dueño, la sirena hambrienta de la policía y hasta los disparos como último recurso, o primero.
Todo en la misma ciudad y durante todas las semanas, callando el silencio de las hojas al viento y matando sin piedad el sonido de nuestros pensamientos. Cerramos los ojos y apretamos el corazón para escuchar más claro lo que nos decimos nosotros mismos, lo que sentimos. Nadamos entre frases sueltas sin conseguir, por más que lo intentemos, una idea original. Ni el mínimo talento a la luz del día. La pizca de felicidad no llega en este desorden. Y tratamos de dormir, de soñarnos más tranquilos en un lugar lejos, con playa y viento, con calor y felicidad.
Pegamos las manos y miramos al cielo que despunta los primeros colores ya ruidosos. Vivimos el día inarmónicos, esperando la tranquilidad que no va a llegar hoy. Quizás mañana, sí, mañana seguramente. Y mañana es ruido, estruendoso e insistente. Ruido que carcome de a poco, que nos hunde un poco más en nosotros mismos y a la vez nos distancia de lo que pensamos.
Y ahí, o acá mismo, entre gritos, chicos, perros, roturas, bocinazos y balazos, alguien oye el silencio de la vida. Vive la tranquilidad de ser feliz rodeado de todos, contaminado y sin remedio. Nos cruza con una sonrisa de oreja a oreja y lo vemos alejarse una tarde mucho más gris que la de ayer. Y ese destello de silencio nos invade y por un ínfimo instante el mundo para, y no escuchamos nada. Se cayó el universo entero, y el corazón la te más fuerte; la sangre bombea con más fuerza y respiramos más profundo. Por un segundo sonreímos también, sin estar en donde estamos.
Mañana buscaremos esa sonrisa en ese hombre que encuentra todos los días ese segundo de silencio entre la gente que nos invade. Quizás la encontremos a la vuelta de la esquina, y vivamos ese segundo de calma, y podamos pensar que mañana habrá silencio con nosotros.
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