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sábado, 11 de noviembre de 2006

¿Caminamos hacia adelante?

Sentémonos un rato. Paremos la pelota unos minutos y seamos un poquito más objetivos y, si es podible, deshagámonos de algunas estructuras que naturalizamos. Miremos al tipo ese que pasa caminando. Ese mejor no, ese otro de ahí, el de saco azul. Ese mismo. Observemos cómo camina: con alguna preocupación en la frente y del brazo izquierdo el maletín que revalsa de sus actividades diarias. ¿A dónde va? O mejor aún: ¿de dónde viene? ¿Será verdad que caminamos hacia adelante?

Una cláusula tan simple en el contrato que firmamos antes de nacer, como la de que vamos a caminar hacia adelante, me parece un poco engañosa. Es tan obvio que preguntárselo muchas veces es una pérdida de tiempo y energía. ¿Qué necesitaremos más, el tiempo o la energía? Y es tan básico que todos responderíamos igual a la pregunta ¿hacia dónde caminamos?: hacia adelante.

Ayer tenía tiempo y energía suficiente como para intentar ver si siempre era cierto esto, así que empecé a caminar para otro lado.

Primer opción, por oposición, caminé para atrás. Los inconvenientes no fueron pocos. El pie parece que fue hecho para ir sólo en un sentido, es realmente incómoda la tarea de pisar primero con los dedos para luego apoyar la planta y por último el talón. La rodillo me jugó una mala pasada también, la imposibilidad de fleccionarla de otra forma es tajante. Y lo peor era la vista. No se puede ver para atrás. Apenas algo si giramos hacia los lados la cabeza, lo cual me provocó una tortícolis que duró un buen rato. Anoté entonces que caminar hacia atrás tenía altos inconvenientes físicos.

Segunda opción, caminé lateralmente. El tema de la visión estaba solucionado, eso me entusiasmó. No era la posición más cómoda para la cabeza, pero tampoco era imposible como caminando hacia atrás. Pero las piernas me llevaron la contra en este intento. Encontré dos formas de avanzar hacia los lados: cruzando una pierna por delante y detrás -respectivamente en cada caso- de su compañera con una mínima flección de la rodilla, o bien desplazando la pierna que se encontraba para el lado que quería avanzar y llevando posteriormente la otra hasta el lugar en que se había desplazado aquella. Ambas formas muy incómodas.

En este punto había experimentado ya las posibilidades básicas de movimientos sobre el plano horizontal. Quedaban, es cierto, las diagonales; resultantes de la suma de las cuatro direcciones básicas. Pero inevitablemente los problemas ser reiterarían y acumularían. El sólo hecho de pensar en caminar sin casi poder ver y cruzando las piernas me bastó para nisiquiera intentarlo.

A simple vista los resultados eran concluyentes: sólo se puede caminar hacia adelante. Pero revisando un poquito mis observaciones me hice otra pregunta. ¿Por qué lo que para mí es adelante tiene que ser absoluto? ¿Hay un adelante que va más allá de nosotros mismos? Y en este caso: ¿que caminemos hacia nuestro adelante implica que estemos avanzando? Primera respuesta: claro que no.

Y así empezó la segunda etapa del debate que estaba teniendo conmigo mismo. ¿Es necesario caminar para avanzar? ¿Siempre que caminamos estamos yendo hacia adelante?

Definitivamente vivimos con la idea de que por el sólo hecho de estar en movimiento estamos avanzando, y particularmente no me gusta para nada. Esa necesidad globalizada de que hay que producir todo el tiempo, que es más importante aquel que más hace y que nos retribuirán de acuerdo a la cantidad de cosas que entreguemos. ¿Dónde está el sentido artístico y hasta humano en estas apreciaciones?

Personalmente prefiero hacer menos, mucho menos, pero mejor. Dedicarme el tiempo y espacio que necesito cuando lo necesito para hacer lo que necesito. Y es ahí cuando en general me quedo contento con lo que hago, porque siento que estoy yendo realmente hacia adelante y no caminando torpemente con la idea grabada en la frente de que hay que hacer. Y no estoy hablando de no cumplir con las obligaciones que uno tiene ni nada por el estilo, sino de saber usar el tiempo que tenemos disponibles, y recordar constantemente que no es infinito.

Antes de que nos paremos te propongo que volvamos a mirar al tipo ese de saco azul que estábamos mirando al principio. Ojalá sepa lo que está haciendo, hacia dónde está yendo. No sea cosa de que cuando llegue haya preferido no haber salido de donde estaba.

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